domingo, 29 de octubre de 2017
sábado, 2 de septiembre de 2017
La amiga escritora de mi amiga
The New yorker.Vintage-spirit. blogspot.com |
La amiga de una amiga es escritora. Ha escrito una novela autobiográfica que nadie ha leído todavía. Perdón, sí, la ha leído una editora, o eso afirma en su carta de rechazo. Por lo visto es imposible publicar la susodicha novela porque no encaja con los criterios de la editorial. La escritora amiga de mi amiga ha pasado un verano horroroso; con el calor que ha hecho, se pasó los días de julio y agosto en plena tiritera, debido a la rabia y la frustración que le provocó la falta de sensibilidad de la editorial.
La novela es una monada asegura mi amiga, aunque no la ha leído, pero pondría la mano en el fuego porque su amiga la escritora es súper simpática y el hecho relatado, cierto, además de una pura exhibición de ingenio literario y profundidad psicológica. Mi amiga me cuenta que conoce la trama al dedillo porque fue testigo del sucedido: una jubilada –su amiga- de setenta y cuatro años se enamora de un policía local de cuarenta y dos años. Es correspondida hasta la extenuación. Por si eso no fuera ya muy excitante y sobre todo, muy reivindicativo de la libre sexualidad de las mujeres ancianas, añade al argumento un elemento de complejidad político administrativo. Resulta que la protagonista conoció al policía cuando este depositaba una multa en el parabrisas de su coche. Por aparcar delante de una zona reservada a las autoridades: oiga señora, ¿es que no ha visto la señal?
De esa fortuita infracción, con posterior sanción económica,
surgió una relación pasional inaudita que convirtió al guardia en prevaricador –le
quitó la multa por amor-y a ella en una amante salvaje que en las horas libres escribe, y de pe a pa, todas las vicisitudes y detalles de sus encuentros íntimos. Según mi amiga, es
una novela erótica, política, romántica y social.
¿Qué cómo acaba? El policía
ha prosperado en el escalafón, es sargento y ella, desde el ascenso de su amado, aparca
donde le viene en gana. Con un argumento semejante, de absoluta actualidad, la editora, incomprensiblemente, remitió la siguiente
contestación:
“Recibimos su paquete
el lunes, así, como si nada, sin estar preparados. Algo aturdidos, abrimos la
caja y nos encontramos con este montón
de papel atado como un salchichón. Desconcertados, con manos temblorosas, nos apresuramos
a leer su manuscrito. Desde las primeras líneas su estilo nos dejó atontados. Cada página era como una bofetada que le
dan a uno en pleno rostro, fríamente y sin motivo. Visiblemente contrariados,
ninguno de nosotros ha tenido el valor de leer esta cosa hasta el final.
Trastornados, descompuestos, no hemos tenido más remedio que tirarlo a la
basura. Sí, ha entendido bien, lo hemos destruido. Dadas las circunstancias,
eran lo único razonable que se podía hacer. Su historia nos embistió como una
locomotora. Y eso, señora, no es normal. Por el bien de todos, haga el favor de
dejar de escribir antes de que esto acabe mal” *
“Recibimos su paquete
el lunes, así, como si nada, sin estar preparados. Algo aturdidos, abrimos la
caja y nos encontramos con este montón
de papel atado como un salchichón. Desconcertados, con manos temblorosas, nos apresuramos
a leer su manuscrito. Desde las primeras líneas su estilo nos dejó atontados. Cada página era como una bofetada que le
dan a uno en pleno rostro, fríamente y sin motivo. Visiblemente contrariados,
ninguno de nosotros ha tenido el valor de leer esta cosa hasta el final.
Trastornados, descompuestos, no hemos tenido más remedio que tirarlo a la
basura. Sí, ha entendido bien, lo hemos destruido. Dadas las circunstancias,
eran lo único razonable que se podía hacer. Su historia nos embistió como una
locomotora. Y eso, señora, no es normal. Por el bien de todos, haga el favor de
dejar de escribir antes de que esto acabe mal” *
El texto en cursiva pertenece a una de las cartas de
rechazo incluidas en el desternillante libro El arte de rechazar una novela, de
Camilien Roy. Es un libro aleccionador -y consolador- para
quienes pretenden que una editorial publique su primera novela. Curte porque recoge un
amplio catálogo de cartas de rechazo, de manera que al autor novel no le vendrá de nuevas la negativa; también hay alguna carta de felicitación porque esa primera novela, la gran novela, fue
enviada por error a un domicilio privado. Así que la familia disfrutó con la lectura y le pide al autor más manuscritos.
Muchas de las cartas son crueles, despreciativas y otras, correctas, amables, pero casi todas exhiben un tono reconocible para quienes hayan experimentado el no y son, en su mayoría, una ejercicio de sentido del humor que ayudará a pasar el trago con mejor ánimo.
viernes, 9 de junio de 2017
La muerte abolida
Una casualidad quiso que, de vuelta de un funeral, un libro que aún no había leído pasara por
delante de mi campo visual. Había sido arrinconado en una estantería y allí estaba,
a la espera de mi atención. Me acerqué a él sin verlo, como otras veces, pero
en esta ocasión, al dejar unas llaves en
un cuenco, lo vi de verdad: Cinco meditaciones sobre la muerte de François Cheng.
La muerte, de cerca, de lejos; de
alguien famoso o de quién nos parecía simpático o soso en vida, trae una cantinela repetida y convertida
en consolador aforismo. No somos nada. Tanto sufrimiento para qué. Vivamos el
presente y etcétera. De manera que,
vamos de un funeral a otro, sin conciencia de la muerte, siempre próxima.
El libro del poeta y traductor
François Chang, nacido en China en 1929, es
un punto de partida glorioso porque atiende
al goce de vivir de la mano de la muerte. Vida y muerte no son dos hechos
antagónicos aunque lo parezcan. Las cinco meditaciones las construye en torno a
su experiencia vital, alimentada por las dos tradiciones culturales de las que
es deudor, la china y la francesa.
Anjou Bible, Naple |
Su infancia y juventud pasaron
entre dos guerras. Se refiere a esa época con una mirada asombrada, pues creía
que moriría joven. El hambre y las enfermedades le debilitaron, pero también
consiguieron que apreciara la vida como un milagro insólito, digno de
disfrutar. Su primera poesía se deleita en un sorbo de agua limpia, en el cielo claro, en la fruta que sacia el hambre.
Reflexiona en voz alta y no lo hace para ensalzar la muerte, sino para
detenerse en ella, observarla y concluir que no es una fuerza negativa, al
contrario, es una invitación a la urgencia de vivir. Ignorarla es alimentar el
Mal, propiciarlo. Porque, asegura, la muerte, si está presente integrada en nuestra existencia, nos abre los ojos a la belleza incomprensible del
Universo y al respeto por la vida.
La cuarta meditación aborda la
esperanza de la muerte como acceso, puerta a otra existencia. ¿Es una creencia que surge de nuestro miedo a
la nada? Reflexiona sobre las tradiciones
religiosas, considera que ni siquiera el materialismo está libre del deseo de supervivencia
espiritual. Incluso Mao Zedong, en su lecho de muerte, se complacía en repetir: pronto veré a Marx.
Chang menciona varias anécdotas,
algunas referidas a la muerte de Keats y Shelley; la conexión mental del segundo con la
muerte del primero y el premonitorio poema de su propia muerte. Reconforta en especial la cuarta Meditación, por la nobleza con la que plantea, desde su
propia experiencia vital y no religiosa, la inmortalidad.
Concluye que los muertos que hemos querido en vida son invisibles, sí,
pero no están ausentes.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)