sábado, 22 de septiembre de 2012

El gambito



Ilustración del libro Mosaico ajedrecístico de A.Karpov y E. Guik


En la novela  de Vladimir Nabokov, La defensa Luzhin, el padre del ajedrecista, Luzhin, un viejo escritor, imagina en un café de Berlín su última novela  basada en la vida del hijo. Recuerda cuando aún vivían en Rusia y acompañaba al joven Luzhin a los campeonatos de ajedrez. Un martes del invierno de 1928, la idea de la novela nace al rememorar unas partidas simultáneas; dos hileras de mesas en las que un joven vestido de marinero se detiene ante cada tablero para mover, apenas en segundos, las piezas sobre las que se concentran los  jugadores, de mucha más edad y  con aspecto tan grave y  mustio que  la juventud del prodigioso muchacho resplandece entre la neblina de humo de tabaco.  El título de la novela ya lo tenía: El gambito.

 Luzhin padre pensaba todos los días en la novela, el hijo debía morir, pero eso seria al final. Quizás había que empezar, pues, por el último capítulo, tal sería el hilo conductor de la historia, verídica aunque algo coloreada para que resultara más literaria.  Así pasaron varios meses sin que escribiera una línea. La novela la tenía en la cabeza,  faltaba ponerse delante de la máquina. Estaba a punto de hacerlo, pero prefirió  enviar una nota sobre su nueva obra a la revista de escritores rusos exiliados.  La publicación de la reseña  tuvo muy buena acogida en el círculo de conocidos. El viejo Luzhin leía la nota todos los días  varias veces, le daba energía, pero no suficiente para ponerse a escribir. Una tarde salió a recoger setas por los bosques berlineses, se enfrío y pocas semanas después murió. 

Mientras tanto, el ajedrecista Luzhin, perdida ya la aureola de joven prodigio y convertido en maestro internacional, y también en un hombre triste, obeso y desaliñado, coincide con una joven rusa en un balneario de Berlín. Ella se enamora del taciturno y cochambroso jugador, comprende que la obsesión por el ajedrez es la culpable de tanta dejadez física.



La  novela se publicó en ruso en el año  1930 y  treinta años más tarde, el genial Nabokov la reescribió en inglés. La defensa Luzhin  no tuvo el éxito de Lolita. Cosa nada rara porque la fama de perversidad erótica entre la ninfa y su padrastro,  fue un reclamo muy  poderoso para  un público deseoso de leer con sus propios ojos, la desafiante  lubricidad que un depravado, ruso por más señas, se atrevió a escribir. 

Volvamos a La defensa Luzhin,  Nabokov refiere en el prólogo que inventó una jugada de ajedrez con el nombre del protagonista, y que empezó a escribir la novela en Le Boulou, en 1929, durante las semanas que pasó en un balneario de los Pirineos franceses, donde se entretenía cazando mariposas. Desde luego, hay en esta novela, como en todas las suyas, bromas y desafío, como si  quisiera probarnos. A ver quien se percata de que  Luzhin, rima en inglés con illusion, y de que el tratamiento para curar el ataque de nervios del protagonista es una  burla de las teorías freudianas.
No hace falta saber jugar a ajedrez para descubrír que en esta partida literaria, a Nabokov  se le ve el plumero de su pérfida habilidad para dar jaque mate en un ataque relámpago, imprevisible y taimado. Las mariposas no fueron menos afortunadas, coleccionó miles. El escritor, cuya gran vocación era la entomología, por si todavía queda alguien que no lo sepa, desarrolló una teoría de la evolución de los delicados lepidópteros. Y cuando hacía mal tiempo, escribía.               

         

lunes, 3 de septiembre de 2012

Agua nada más (2)

The new novel. Winston Homer, 1836-1910.




Algunas nos pasamos la vida en busca del misterio,  y aunque suene grandilocuente, de la trascendencia   que ocultan  las obras artísticas transformadoras, las que provocan un cambio interior, una percepción distinta a la que hasta entonces teníamos.  En mi caso, han sido decisivas las creaciones literarias en un sentido muy amplio, aquí incluyo pensamiento filosófico y  cualquier otro género que transmita una experiencia o reflexión personal, sin hacer distingos entre ficción o realidad.  Desde luego, es una manga muy ancha, creo que está justificada porque la fantasía, pongamos por caso  escritores como  Mary Shelley Horacio Quiroga o Nathaniel Hawthorne, han conseguido abrir una puerta amplia al conocimiento de lo que somos, agua nada más, pero, a imagen de elemento vital, con un poder ambivalente destructivo y también de gloriosa creación.  Como decía al principio,  mi personal  indagación de esa materia alquímica en la literatura transcurre siempre por el mismo camino,  el de conocer la vida,  los percances, la fortuna o la desgracias  que hay detrás de quien escribe. 

Por más que relevantes críticos defiendan la obra que se explica a sí mismaal margen de la biografía, de la peripecias del autor, todos somos hijos de lo que hemos vivido y de las aspiraciones que soñamos alcanzar algún día. Lo queramos  o no,  las heridas ya curadas o en carne viva,  aparecen siempre en la obra, también las fobias y los deseos, confesable o no; todo ese revoltillo vital asoma, tan disfrazado, que para dar con él es preciso que los lectores concentremos la atención en la lectura sosegada y reflexiva.  



Sul balcone. Adelaida Giannini, 1938.



Baruch Spinoza,  del que he leído su Ética y algo del Tratado teológico-político, empezó a interesarme de verdad cuando me detuve en  las circunstancias en las que había vivido. Comprendí entonces la grandeza del personaje, del individuo  que fue capaz de  resistirse a la dogmática judía,  una ortodoxia  que era incompatible con el filósofo, analítico e íntegro a quien  el aislamiento de su comunidad  y la pobreza no pudieron  amargar  el carácter. No se sometió  a la autoridad,  ni aceptó  postulados con los que no estaba de acuerdo, su defensa de la individualidad y libertad humana  tiene un valor añadido  porque está respaldada con sus actos, su presencia era la de un hombre  humilde sin artificios ni rastro de soberbia.
 
En Ética, el filósofo  nos conduce hasta una idea muy valiosa: los seres humanos llevamos en nosotros mismos la  semilla de la felicidad.  ¿Qué significado  puede tener ese concepto ahora?  Ahítos estamos de tanta palabrería que promete un sinfín de placeres, siempre a punto de ser alcanzados, pero  que jamás  gozaremos. Sabemos que nos mienten y sin embargo, queremos con desesperación  creer en el engaño.

Y es ahí donde el filósofo, su obra y su vida iluminan para  ayudarnos a desbrozar el camino.  Nos anuncia que está en nosotros la felicidad, un elemento raro que podemos extraer sin otro artefacto que no sea  la voluntad. Con una lámpara en la frente, sin miedo a las sombras  hay que adentrarse en lo profundo de nosotros mismos para dar con la veta, porque  el material precioso está oculto. O tan a la vista que no sabemos verlo porque anda  mezclado con la desdicha general. Un día detrás de otro, con paciencia de hormiguita y sin rendirnos. Nuestra principal ocupación ha de ser el hallazgo de ese filón interior, tan extraordinario  que una vez  encontrado, según cuentan quienes han dado con él,  la existencia resplandece más que un millón de soles juntos.

sábado, 11 de agosto de 2012

Agua nada más (1)



Moonrise, 1835-1837.  Caspar David Friedrich, 1774-1840


No sé donde he leído que la deformidad funciona como  una revelación, contrahechos en el interior,  la mayoría de la gente  nos esforzamos en ocultar, en disimular la  fealdad  para vestirla  como virtud pública.
Otros,  tiene un genio creativo tan  poderoso que  son capaces de transmutar la deformidad hasta convertirla en una obra que ilumina la vida de millones de personas, o de nadie  porque permanece enterrada como un tesoro a la espera de que alguien descifre el mapa.    


David Foster Wallace, escritor estadounidense (1962-2008)   pronunció  un discurso memorable en la ceremonia de graduación en la Universidad de  Kenyon.  En esa época era un escritor estrella, reconocido y envidiado, que arrastraba simpatías fanáticas y antipatías  furibundas, se decía de él que era el escritor que mejor retrata las vergüenzas y las debilidades  de la sociedad norteamericana contemporánea.

Su obra es una formidable exhibición de cultura, perspicacia e inteligencia, pero nada comparable con la sencilla exposición sobre  lo que constituye una vida honrosa, en la que los títulos académicos y triunfos profesionales no  figuran en el guión.  Esto es agua, es el título de su discurso. Transcribo  parte de su contenido.


Dos peces pequeños están nadando, y se cruzan con un pez mayor, que  se dirige a ellos: “Buenos días, chicos, ¿cómo está el agua?” Y los dos peces jóvenes nadan un rato, hasta que uno de ellos mira al otro y dice: “¿Qué es el agua?”

Si en este momento, estáis preocupados pensando que tengo la intención de presentarme aquí como el sabio viejo pez capaz de explicar qué es el agua a los peces más jóvenes, por favor, no os preocupéis. Yo no soy el sabio viejo pez. El punto inmediato de la historia de los peces es que las más obvias, importantes, y presentes realidades son, a menudo, las más difíciles de ver.  Declarado como una simple frase, claro, esto no es sino un tópico banal, pero el hecho es que, en las trincheras del día a día de la existencia adulta, los tópicos banales pueden tener importancia de vida o muerte. Esto puede sonar a exageración, o a juego de palabras abstracto.

Una alta proporción de las cosas que tiendo a ver automáticamente como certezas resultan ser totalmente equivocadas y engañosas. He aquí un ejemplo del error absoluto de algo que veo como seguro: todo en mi propia experiencia inmediata apoya mi profunda creencia de que soy el centro absoluto del universo, la persona más real, más viva y más importante de la existencia. Rara vez hablamos de este tipo de egocentrismo natural y básico, porque es socialmente repulsivo, pero en el fondo es cierto para todos nosotros. Es nuestra configuración predeterminada, determinada desde el  nacimiento. Pensad en esto: no hay experiencia que hayáis tenido de la que no estuvierais en el centro absoluto. El mundo como lo experimentas está delante de ti, detrás de ti, a tu izquierda o a tu derecha en tu televisor o su monitor, o lo que sea. Los pensamientos de las otras personas y sus sentimientos deben ser comunicados de alguna forma, mientras que los tuyos propios son inmediatos, urgentes, reales. Pero, por favor, no te preocupes, no me estoy preparando para predicar acerca de la compasión o de las llamado “virtudes”. Esto no es una cuestión de virtud; se trata de hacer la elección de hacer el trabajo de alterar o liberarme de mi configuración predeterminada, profunda y literalmente, centrada en mi mismo, y ver e interpretar todo a través de esta lente diferente.


Porque aquí hay algo más que es cierto. En las trincheras del día a día de la vida adulta, en realidad no existe el ateísmo. No existe el no adorar. Adora todo el mundo. La única opción que tenemos es decidir qué adoramos. Y una razón excelente para la elección de una especie de Dios o de tipo espiritual, como objeto del culto – ya sea Jesucristo o Alá, Yahvé,  Wiccan, la  diosa madre o  las Cuatro Nobles Verdades, o un conjunto de principios éticos inviolables – es que casi cualquier otra cosa que veneres te comerá vivo.  

Si adoras el dinero y las cosas – si ellas dan el sentido a tu vida – entonces nunca tendrás lo suficiente. Nunca sentirás que tienes suficiente. Adora tu propio cuerpo y la belleza y el atractivo sexual y siempre te sentirás feo, y cuando el tiempo y la edad se empiecen a mostrar, morirás un millón de muertes antes de que finalmente te alcancen. Por un lado, todos sabemos estas cosas ya – han sido codificada en los mitos, proverbios, clichés,  epigramas, parábolas: son el esqueleto de toda la gran historia humana. El truco está en mantener la verdad por delante en la conciencia cotidiana. Adora el poder y te sentirás débil y asustado, y necesitarás cada vez más poder sobre los demás para mantener el miedo a raya. Adora tu intelecto, ser visto como inteligente y terminarás sintiéndose estúpido, un fraude, siempre a punto de ser descubierto. Y así sucesivamente.

La libertad más preciosa es la que no está presente en el mundo de logros y triunfos. Esa clase de libertad implica atención, conciencia y esfuerzo, ser capaz de preocuparse por otras personas  y sacrificarse por ellas, en una infinidad de pequeñas y nada apetecibles formas. Esa  elección personal es la auténtica libertad.  
La Verdad con V mayúscula es sobre la vida ANTES de la muerte.
Es acerca del valor real que posee una educación verdadera, la cual tiene muy poco que ver con el conocimiento, y mucho que ver con estar consciente, consciente de que es lo verdadero y lo esencial, a simple vista tan escondidos por todas partes, todo el tiempo, tanto, que precisamos recordarnos a nosotros mismos una y otra vez:
‘Esto es el agua’
‘Esto es el agua’


Danzarines etruscos 400 a.C
                                          
Mientras leía el discurso, se encuentra en la red en versión original y traducido al español,  pensaba que  a D.F.W  le abandonaron sus palabras o le faltó valor para mirar la negrura,  ciego en el  momento más oscuro de su vida; cuando  más necesitaba saber que, a pesar de  nadar a manotazos y boqueando, era solo agua. 

Baruch Spinoza, aparece en el discurso. No lo cita, ni falta que hace, esa apabullante obviedad de que  lo inmediato y más común es invisible mientras nos  pelearnos por lo  incierto y lejano, tiene el sello de Spinoza  El filósofo sonriente al que escupieron en vida; el que se propuso  conocer  la naturaleza del agua, la que fluye dentro y  fuera de nosotros. Señalado como hereje, un apestado que lejos de vivir con amargura sus días de maldición (maldito sea de día, maldito sea de noche, en su reposo y en su vigilia). Fórmula del Herem que no logró  derrotarlo, al contrario, le dio la fuerza necesaria para escribir  El tratado de  la reforma del entendimiento y el  Tratado teológico político, por ejemplo. Dos hombres deformes en busca de una Revelación.

domingo, 5 de agosto de 2012

Parece que va a granizar






Vuelta a casa, echo una mirada al cielo, con la bobalicona esperanza de que escampe pronto esa mole gris y tenebrosa, llamémosle nubarrón, que con aviesas intenciones amenaza  nuestras cabezas, bienes y lo que se ponga por delante.
A las penas, puñalás,  así que para iniciar  la temporada bloguera no se me ocurre nada más indicado que  las cabezas de ajos literarias, guirnaldas de palabras para colgar en la cocina, junto a la  lumbre que alimenta el pensamiento. Un conjuro de probado y benéfico efecto  para ahuyentar la malquerencia y otras bestias que gustan paladear el corazón humano.      
 

Capítulo LVIII
Que trata de cómo menudearon sobre don Quijote aventuras tantas, que no se daban vagar unas a otras

Cuando don Quijote se vio en la campaña rasa, libre y desembarazado de los requiebros de Altisidora, le pareció que estaba en su centro y que los espíritus se le renovaban para proseguir de nuevo el asumpto de sus caballerías y volviéndose a Sancho le dijo:
—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad,así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo.

 http://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/edicion/parte2/cap58/default.htm#np1n



domingo, 17 de junio de 2012

Un día cualquiera


André-Adolph Desdéri. Michaux sur son vélocipède, 1867. San Francisco FMOMA.




Teatro muy breve.   

Un día cualquiera.     



Drama  un poco  espantoso en dos  actos.  

Acto I
Escena I

Un  sótano, perdón,  un loft,   con ventana y  vistas  a la acera de una calle de doble dirección, estrecha  y con edificios viejos y sucios. Dos mujeres se pintan las uñas de los pies con esmalte de color azul noche.  Se nota que no han estudiado pedicura porque les tiembla tanto el pulso que se manchan los padrastros y los callos. Se oyen los frenos de un autobús, claro, como que tiene la parada  allí  mismo.   

Adelaida.-  ¡No sé qué será de nosotras!  Huérfanas  y sin otro patrimonio que nuestra mente, y este agujero  sin paredes y con el baño atascado. ¡Qué asco de herencia!  ¿En qué estarían pensando nuestros padres cuando echaron sus ahorros en esta guarida que ni los topos la querrían?  

Angelita .- ¡No te quejes!   Hoy cumplimos cincuenta años, fíjate, y seguimos vivas. Y no me digas que no es raro,  siendo como somos  gemelas  univitelinas, opositoras al cuerpo de abogados del estado, a mucha honra

Adelaida.- Sí, como para bailar la danza de los siete velos. ¡Loca!  No te das cuenta de  que hace treinta años que no pasamos del primer ejercicio de la oposición y de que no vemos más horizonte que la marquesina del bus y las losetas de la acera, que por cierto las reponen  todos los años bisiestos. ¿Por qué será?  Nuestro dinero se ha esfumado y tú sólo piensas en paparruchas.

Angelita.- ¿Y que propones?   

Adelaida.- Si no puedes unirte a tu enemigo, lucha contra él.

Angelita.- ¿No es al revés? Y si puede saberse  ¿quién es nuestro enemigo?

Adelaida.- Pues quién va a ser: el Estado, que nos rechaza una y otra vez, sin piedad.    

Soplan las dos  a la vez con el fin de secar el esmalte que ha quedado a pegotes,  mientras mueven los dedos de los pies  con mucha gracia.

Acto II
Escena I  y última.   
Una comisaría en el subterráneo de plaza de Cataluña, las hermanas  gemelas  están eufóricas, es su primer delito –frustrado-pero ya imaginan empresas de mayor envergadura. El  policía  las mira con perplejidad, cosa natural, pues son idénticas y hablan por los descosidos sin apenas hacerse entender.

Policía.- Pasito a pasito, a ver,  leo lo que han declarado hasta ahora y si están de acuerdo, continúo. 

Las hermanas.- ¡Pero qué pesado! Que ya lo hemos dicho todo, que nosotras  sólo hemos entrado en el Banco X…  con el propósito de hacer valer nuestros derechos.

 Policía.-Señoras, han amenazado al director de la entidad con hacerle algo muy  feo,  si no les entregaba los balances  contables de los últimos tres años y el metálico de la caja fuerte.

Angelita.- ¿Y?  Nos colaron las preferentes y ahora estamos sin un triste euro, así que  o ellos o nosotras. Los papeles  que reclamamos son  la prueba de la actividad delictiva con la que han perpetrado nuestra ruina.

Policía.- (Sin Inmutarse)   Contesten: ¿pretendían sustraer documentación y dinero de la entidad bancaria?

Adelaida.- Nos negamos a declarar y no nos replique, agente,  que sabemos más de leyes que el tribunal de La Haya. Y además,  al final sólo hemos podido sacarle cuarenta y siete euros al cajero. Y es para un buen propósito, es nuestro cumpleaños y teniendo en cuenta que el banco nos  ha birlado con engaño y muy malas artes los tres mil euros que eran nuestro único capital, pues, qué quiere que le diga…esos eurillos eran parte del resarcimiento y nos los íbamos a gastar en un menú  degustación en el mejor restaurante del nuestro barrio.

Angelita.- ¿Le parece raro nuestro  proceder?

Policía.-  A mi no me parece nada.

Adelaida.-Pues entonces, adiós.

Se levantan y salen sin que el policía reaccione debido a la sorpresa y también gracias a la rapidez con la  que han actuado Adelaida y Angelita. ¡Qué burro soy, no  he salvado en el ordenador  el documento de la declaración! Se maldice el agente de policía,  un buen hombre que sólo aspira a sus catorce pagas anuales. En ese instante, un apagón general deja a la ciudad, al país,  al planeta,  sin energía eléctrica. Las hermanas salen al exterior a  tientas. La luna llena da un brillo de agua a los edificios. No se oye más que el grito de las cotorras que anidan en los plátanos de indias. El mundo  se ha paralizado por unos cuantos años. Por lo visto es culpa de  la tormenta solar porque no  funcionan  ni el pitorro de las fuentes públicas.      
Angelita.-  ¿Lo ves? Treinta años memorizando el  código penal  ha dado sus frutos.

Adelaida.- Somos más rápidas que un juicio de faltas,  hemos dejado planchado  a ese lechuguino  con uniforme.  ¡Feliz cumpleaños!

                                                   Fin

Durante varias semanas estaré  alejada del blog, aunque intentaré visitar de vez en cuando  a los amigos.  Muchas gracias  y buen verano.                 

sábado, 9 de junio de 2012

Ojos que oyen





Detalle de Santa Lucía de Francesco de Cossa, 1473.




Hace unos días leí las primeras páginas de la obra de Steve Moore,  La novela, una historia alternativa.  En pdf,  gracias a José Luis Amores que  las ha traducido y  ha obtenido el permiso del autor para colgarlo en internet.    
No  había leído nada de ellos,  ni tenía noticias de la existencia  de un libro que es un compendio  de conocimiento libresco,  mundano y  sesudo, aunque esto último  suena bastante mal.  Steve Moore pone al servicio  de los lectores su erudición literaria, un juicio preciso sobre lo que en su opinión es la novela,  la narración y desmonta, sin pedantería ni prejuicios canónicos,  tópicos que circulan como dogmas de fe por los suplementos literarios sean de postín  o de medio pelo.
Historia de la novela desde el siglo IV a. C, sin ahorrar   alegres consideraciones sobre autores  que arrasan (legibles) y otros que crean arte cuando escriben, estos últimos pertenecen a  la categoría  innovadora,  inconformistas que les trae al pairo  gustar al lector medio y a los  gurús de las editoriales.

Todas las tramas que podamos imaginar ya han sido escritas antes,  en realidad, media docena  de argumentos con algunas variantes y para de contar.  Para escribir una novela con sustancia, cualquier historia vale, la diferencia entre  un churro  de amplio espectro lector  o una estimulante narración es que esta última emociona, enseña  y  desvela algo que desconocíamos hasta ese momento.  


Hace unos años me prendé de una historia que quise convertir en novela.  El 15 de agosto de 1977, a las 23:16 horas, el radiotelescopio  Big ear,  con la ayuda de un procesador IBM  transformó en código alfanumérico,  una señal recibida desde el espacio, en la frecuencia  1.4GHz, la duración de la señal  fue de 72 segundos,  el tiempo que el  telescopio tardaba  en observar un punto preciso del espacio. 
El astrónomo Jerry Ehman, anotó  la exclamación WOW!  en el margen  del papel junto al código  6EQUJ5, una señal procedente de la constelación de Sagitario,   30 veces más potente de lo esperado y en una frecuencia prohibida.  Se descartó por imposible que procediera de satélites artificiales, emisiones terrestres,  y cualquier otro origen  humano. 
El esquivo Wow,  es un libro que acaba de publicar el astrónomo Robert Gray  sobre la historia de la señal enigmática, de la que se sigue sin saber nada.  Podría ser una buena  novela, aunque esa no sea la intención del autor. Tiene misterio, conflictos institucionales,  lucha de egos,  recortes presupuestarios, estúpidas  decisiones políticas y hasta una pizca de amor –por la astrofísica-.             

jueves, 17 de mayo de 2012

La felicidad del perro


Diógenes. Jean Léon Gerome, 1860.

El miedo embrutece y  la impopularidad es un bien  deseable, intuimos cierto lo primero; que ganar la mala fama sea una virtud trabajada con esfuerzo nos parece una extravagancia  social.  Seguimos.  No partirse el pecho  por recibir aplauso y admiración no es una provocación ni la  pose odiosa con la que se manifiesta la falsa modestia. Los bienes, la riqueza y el elogio público son indiferentes, en todo caso significan  un estorbo  para conquistar lo único importante en esta vida: la felicidad.

En Grecia la pobreza es de tal calibre que los campesinos guardan bajo la lengua una moneda, durante el día juegan con ella entre los dientes, si es que conservan alguno, sin atreverse a sacarla de la boca, no fuera que alguien quisiera robarla. La democracia ha sido  sometida al capricho de los caudillos militares.  Nadie se atreve a contrariar al  monarca de turno. Ni siquiera el teatro y las comedias están autorizadas. Un asco. 


Un desharrapado se atreve a pasear por la ciudad,  se ríe de todo y eso que es un apátrida que no tiene ni para llevarse una moneda a la boca. Es un tipo que defiende la austeridad extrema, tanto que es capaz de romper su taza cuando  observa que otro bebe agua en el cuenco de la mano. Crisis política y económica y el  desgraciado se carcajea de todo. Un loco. Se atreve a decir que la educación, entendida como justicia y  decencia,  es el mejor ornamento del ser humano,  mucho mejor que la riqueza  porque distingue  a los que la tienen de los que viven como  sonámbulos. Y como le importa un rábano  la posteridad, aconseja  escribir los conocimientos no en pergamino sino en el alma.  Le llaman perro con intención de ofenderle; le acusan de comportarse con la misma impudicia del animal, indigno porque no esconde su naturaleza. 



Réplica del dracma. Photograph: Yorgos Karahalis/Reuters  
 

Un cínico, es Diógenes, aquel que en  400-323 a. C  se enorgulleció de ser comparado con un perro. Su virtud era la libertad personal, decía que el único gobierno justo es el del Universo. Es tan atrevido y deslenguado que no pide papeles de ciudadanía, le han desterrado ¿Y qué?  sabe que la verdadera libertad  está en el universalismo, fuera de los prejuicios nacionales. Todos los seres humanos  son hermanos, hijos de un mismo Dios. Detrás de él vinieron muchos otros cínicos,  una escuela de artistas que contempla la humanidad como ese animal, llamémosle perro, merecedor de respeto y  también de risas y chanzas, no hay más que ver la historia económica de los últimos dos mil quinientos años.