sábado, 4 de julio de 2009




El efecto pigmalión o la profecía autocumplida. Confirmar expectativas y conseguir generar un cambio de comportamiento sobre determinada persona, es la consecuencia de la famosa teoría . ¿Ocurre siempre así? Casi siempre. El sociólogo Merton en 1948 creo la teoría sociológica de la profecía autocumplida: cuando mantenemos una creencia sobre alguien o algo acabamos corroborándola.
Ovidio cuenta que Pigmalion fue un rey de Chipre, contemplaba una estatua de marfil que le pareció blanda, la moldeó según su gusto y casi podía sentir el pulso de sus venas. Pigmalión buscaba la mujer perfecta, creo la estatua y pidio a Afrodita que le insuflara la vida. Afrodita quiso premiar la tozudez e insistencia desesperada de Pigmalión en su búsqueda de la mujer que debía acompañarle el resto de su vida y convirtió a la estatua en una mujer: Galatea. Cuando Pigmalión despertó del sueño, Afrodita le dijo: mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal.

El efecto Pigmalión tiene una dramática consecuencia cuando la creencia es negativa. Repetirle a un niño que es torpe provocará que la criatura se comporte como tal, y en todo caso, infligimos un sufrimiento cuando desmerecemos al otro. La buena fe y la creencia en la bondad y en las posibilidades de quienes nos rodean pueden provocar un efecto más duradero y positivo que las leyes dictadas para hacer progresar la humanidad.

Ilustraciones: The arabian nights: their best known tales. 1909. Maxfield Parrish 1879-1926.

sábado, 27 de junio de 2009

Saxífraga




No había día que Saxi -abreviatura de Saxífraga- se fuera a la cama sin antes beber una Coca Cola de medio litro. Para Saxi, la Coca Cola era su valeriana, su vaso de leche caliente y su tila. Ese líquido dulzón y pejagoso al tacto era su único vicio. Una adicción que contravenía el sentido común y las prescripciones médicas. Ni la cafeína de la bebida ni su efecto efervescente le causaba a Saxi ningún trastorno de salud o de sueño, al contrario, si por una de esas circunstancias raras en su vida, se quedaba sin Coca Cola, no había ninguna posibilidad de que pegara ojo en toda la noche.
-Saxi, hija mía estás como una puta cabra, me perjudicas, me das mala fama. ¿Con qué cara puedo recomendar a mis pacientes que se tomen una infusión de melisa y azahar para conciliar el sueño? Si es que estás poseída por Satanás, príncipe de las tinieblas. Si al menos quisieras tomar la Coca Cola de los huevos sin cafeína o light, pero nada, tú, con tal de joder a tu madre, haces el pino en un cable de la luz.

Saxi no contestó, continuó envolviendo lentamente un paquete de pastillas de magnesio para la clienta que le acababa de hacer el encargo por teléfono. Ante el silencio de su hija y la parsimonia de sus gestos, Lupe se retorció las manos y  atusó la cabellera rubia que le llegaba casi hasta la cintura regordeta y recta, con un nerviosismo que anticipaba uno de sus ataques de ansiedad.
-¡Sí, sigue, callada y burlándote de mí! Cría cuervos, así me lo pagas, con el sacrificio que te he dedicado, el mejor colegio de Barcelona, la mejor ropa y mírate, estás hecha un adefesio, fea y  sebosa.
La puerta tintineó para dejar paso a dos mujeres jóvenes.
-Buenos días, ¿en qué podemos servirlas?
-Mi amiga y yo queremos que nos de algo para animarnos un poco, pero que sea natural ¿eh? nada de química.

-Todo es química- dijo Saxi con un tono de voz seco.
Química, química! ¡Bah, paparruchas! No hagan caso, mi hija anda muy preocupada por el medio ambiente y -Lupe se llevó el dedo índice a la sien, moviéndolo en círculos, gesto universal de chifladura.
-Les voy a dar un producto natural cien por cien que me lo traen de la Amazonia, de los indios Yanomami.
Se oyó una carcajada que retumbó en la estrecha tienda de productos de herboristería.
-Yanomami, ya te gustaría a ti que fuera de esos indios, eso está hecho en Granollers. No engañes, madre.
-Saxi, haz el favor. Disculpen, mi hija está muy delicada de los nervios.. Esto es Maca y Guaraná, infalible. ¿Para qué lo quieren? ¿Para los estudios, quizás?
Contestó la mujer más alta de las dos. No apartaba la vista de Saxi,  la miraba con fascinación de antropóloga ante una desconocida especie humana.
-Es para aguantar por la noche, es que somos azafatas.
-Azafatas, claro. De congresos y ferias. ¿A que sí? De esas que acompañan a los señores a hoteles de lujo…mmm.
-Qué cruz tengo. Perdonen, mi hija no sabe lo que dice, está enferma. Como les decía. Esto es ideal para aguantar todo el día  sin sentir el cansancio. Treinta euros bien gastados.
La mujer alta, con los brazos cruzados sonreía con retintín mientras la otra  pagaba.
-Yo a ti te conozco.
-¿Sí? Pues no sé de qué.
-Tú eres Vanessa, la que trabajó hace dos años en el tugurio de Richi, una tarde por semana, conocida como la marquesa, por los pocos clientes que te hacías.
-¿Cómo? Se confunde, mi hija ha ido a las Teresianas,  jamás ha pisado un antro.

-Si usted lo dice. Adiós marquesa, que ya sabes, en Richi siempre andan buscando las de talla ciento veinte.  
Cuando las mujeres se marcharon Lupe le preguntó a su hija con la voz temblorosa.
-¿Has practicado el pu... la prostitución?  Saxi , ¡por Dios, no me mientas!
-Pues sí, era entretenido y se conocía gente.  
-Lupe se dejó caer en la silla, detrás del mostrador. No podía imaginar que esa criatura a la que parió cuarenta años antes, poniéndole el nombre de  saxifraga longifolia, planta perenne preferida de su marido, el ya difunto insigne botánico, ateo y masón Salustiano , hubiera sido una meretriz por horas y por vicio. Con lo que le costó inscribirla en el registro civil, que el encargado se negó al principio, hasta que le convencieron de que Saxífraga era tan correcto, a efectos registrales, como Violeta o Rosa. 
-¡Qué degradación moral! si tu padre te viera.
-Pues estaría muy contento porque él creía en el amor libre y en el nudismo integral.
-Sí, pero el amor libre y gratuito, no de pago, desgraciada.

-En eso tienes razón, pero gracias a ese dinero pagué el crucero que hicimos por el Rhin -Con esas palabras y por ese día, madre e hija hicieron las paces.

Ilustraciones: cactus: Iconographie descritive des cactées. Antonine Lamaire, 1800-1871.
Flor de cerezo: Gifu prefectural library. Japón, acuarela inspirada en la colección del botánico Miyoshi.

miércoles, 24 de junio de 2009



En la Edad Media los bestiarios causaban furor pero su origen va mucho más atrás: en el siglo II d.C con el fisiólogo -phisiologus- el que estudia la vida. Ese primer bestiario pretendía instruir a los aprendices, enseñándoles mediante relatos encadenados e ilustraciones, los secretos del mundo espiritual y físico, representado por una mezcla de animales reales e inventados. La Biblia y el Phisiologus fueron los dos libros más conocidos y de mayor distribución durante la Edad Media, éste último con sus relatos espeluznantes sobre los vicios de los fantásticos animales, sirvió de inspiración para adornar capiteles, esculpir gárgolas y escribir narraciones pobladas de esos míticos animales que se zampan a indefensas doncellas. En el phisiologus, el autolopo es un bicho feo al que le da por deforestar: hay un animal que se denomina autolopo [especie de alce o anta], en extremo feroz, al que ningún cazador podría acercarse. Posee largos cuernos, a manera de sierras, con los cuales puede cortar y derribar árboles grandes y altos.



domingo, 21 de junio de 2009

Autoridad




Tumbada en el césped entrecerró los ojos para mirar a hurtadillas las nubes, y esas líneas de color blanco que dejan los reactores de los aviones cuando surcan el cielo. Eran casi las nueve de la noche pero aún había mucha luz, apenas unos minutos antes el sol desapareció detrás de los edificios del parque. Del zoo le llegaba el rugido de los animales de la selva y el canto de cortejo de los pavos reales. Aves que emitían trinos, gorjeos, llamadas y gritos  que se escuchaban a  un kilómetro a la redonda. Frente al museo botánico con su invernadero decimonónico, ahora convertido en restaurante, Encarna se sentía en completa armonía con el Cosmos. No deseaba ni temía nada, era un nirvana al que tenía derecho una vez al año, la víspera del solsticio de verano. Mientras otros echaban petardos por las calles, ella se acostaba sobre el césped, pringoso de meadas de perro, rodeada de cagarrutas y garrapatas insidiosas, para oler la hierba i reseca, mirar el cielo y escuchar el alboroto de los animales cautivos. ¿Quién soy yo? cuarenta y cinco años haciéndose la misma pregunta sin saber la respuesta.  ¿Qué personaje soy?  ¿A quién interpreto? ¿Cuál de entre todas las identidades con las que se exhibía en sociedad la definía mejor? Volvió a entornar los ojos, tanta felicidad le daba risa, quizás sólo era ese trozo de carne sobre una hierba podrida en mitad de una gran ciudad, presa como esos animales salvajes, en un entorno que no era el suyo.
-Señora que vamos a cerrar el parque, y está prohibido tumbarse en la hierba, venga arriba.
Encarna miró al guardia, un pipiolo que no llegaba a los treinta y sonrió con una pizca de pena por el chaval, que iba a recibir más palos que una estera a lo largo de su vida. Si lo sabría ella, mientras se levantaba y se calzaba los zapatos de tacón de color beige con hebilla, preguntó:
-¿En qué comisaría está destinado?

En el tono de autoridad de Encarna reconoció el guardia que esa mujer era  una mandamás.
-¿Por qué lo pregunta?
-Por curiosidad, simple curiosidad.
Encarna se dirigió a la salida del parque más cercana, sin que el guardia se atreviera a decir ni pío, se quedó allí mirando como la mujer se iba sacudiendo los restos de hierba y ahuecándose la media melena rubia. La perdió de vista en cuanto llegó a la estatua dedicada al general Prim. A las puertas del parque esperaba el  Audi blindado conducido por un chófer uniformado y seguido por un coche escolta.
-Lléveme a un parque que no cierre tan pronto.

-Señora ministra, hoy a las diez hay audiencia en la capital y el avión la está esperando, no podemos retrasarnos más.
-¿No podemos retrasarnos? ¿No puedo ir al parque? pues vaya mierda de trabajo.
El chófer echó una ojeada por el retrovisor a la mujer que se sentaba en el centro del asiento de piel, y que con gesto enfurruñado se pintaba la raya de los ojos, atenta a su espejo de mano. 
El chófer aceleró, se saltó un semáforo en rojo y duplicó la velocidad permitida en la ciudad. Si no fuera por esos pequeños placeres de los que disfrutaba, por ejemplo la transgresión de las normas de tráfico y el uso a discreción del cachirulo luminoso y la sirena, haría mucho tiempo que habría cambiado de oficio.




NYPL. Uniformes militares del S.XIX. Ilustración caja de cerillas

viernes, 19 de junio de 2009






Ángeles negros volaban, ángeles de largas trenzas y corazones de aceite. (F. Garcia Lorca)

Los ángeles han sido representados con alas, como seres femeninos, con forma animal, en una inacabable escenificación del bien y el mal. En las narraciones religiosas orientales, por ejemplo la persa, los ángeles simbolizaban el sol y la luna, y más tarde evolucionaron en entidades divinas que gobernaban el cosmos. En la tradición judeo cristiana, el ángel, cuando no es custodio es una criatura arrogante, rebelde que se atreve a desafiar el poder divino y acaba caído, habitando las tinieblas. Los apsaras, ángeles hindúes a medio camino entre el agua y el aire, son ninfas celestiales, danzarines imprescindibles en la mitología Hindú.
En 1860 el escritor Thomas Moore escribió el cuento The paradise and the peri, un libro que fue impreso por primera vez con una nueva técnica denominada cromolitográfica, los dibujos y diseños de Owen Jones lucían esplendorosos. El cuento de Moore se basa en la mitología persa y narra las aventuras de un ángel -peri- a la búsqueda de un regalo que le abra las puertas del paraíso.

The Paradise and the peri. Thomas Moore. ilust. Owen Jones. 1860, Day & Son. London.

martes, 9 de junio de 2009

Comercio




-¡Qué idiotez pretender endilgarme esa basura! Tú a mi no me conoces, no tienes ni la más remota idea de la clase de persona con la que estás hablando. Ahueca el ala, desgraciado.

-Usted se lo pierde. Esto es lo que hay, como esos no va a encontrar otros, son de una princesa de Mónaco.


-Ya se nota. De la princesa, más conocida como Manolo el cachas, hombre venga, deje de tomarme el pelo. Si estos zapatos son del 41 por lo menos, y pasados de moda, cursis y completamente invendibles. ¿Me quieres engañar a mí, jodido imbécil?

-Hombre, digo yo que por cinco euros que pido, no es un mal trato.

-¿Pero tú has visto mi negocio? Esta es una tienda de anticuarios no los encantes ni la chamarilería de un gitano, venga fuera. Laargo de aquí

Julito retrocedió hasta la puerta sin dar la espalda, lo hizo con cuidado, con parsimonia, un poco desafiante, necesitaba esos cinco euros al instante y el hombre  que tenía enfrente se había envalentonado. Un chulo con ganas de atizarle, circunstancia que le impedía su clásica maniobra de distracción para hacerse con algo  de la tienda para revender más tarde. Las antiguallas que tenía a mano en el pasillo que conducía a la puerta, eran demasiado grandes para cogerlas y salir corriendo. Le faltaba valentía y menos hambre también. Sin esa debilidad mareante que le tambaleaba, se habría cuadrado, y con la navaja suiza algo habría mercado sin que el grandullón le pusiera objeciones.

-Que te largues he dicho.

Ya en la puerta, Julito sacó fuerza de flaqueza, aún con la saliva seca y blanca asomando en las comisuras, debido al nerviosismo, amenazó:

-¡Te vas a enterar!

Echó a correr por la calle Banys Nous hasta que llegó a la Plaza de la catedral, allí se detuvo jadeante, se sentó en un rincón de la escalinata. Miró los zapatos de salón que guardaba en la bolsa de supermercado con la esperanza de qué se le ocurriera una idea brillante, sacar provecho de ellos, aunque fueran dos euros. A su lado se sentó una turista inglesa de mediana edad, posaba con una gran sonrisa, mientras su amiga preparaba la cámara.
Julito la miró de soslayo. El bolso que llevaba amarrado al cuerpo, parecía de fácil arranque. Se hizo el tipo fino, no quiso despertar suspicacias:  

-Please, money for me, please madame, five euros this shoes.

La madame no se asustó del extraño que la miraba como  mira el desahuciado a una santa con una petición de última hora. Miró los zapatos que le mostraba Julito. La amiga aprobó la mercancía con entusiastas movimientos de cabeza y varios good y nice. Se los probó la primera, parecían hechos para ella. Por fin, el billete de cinco euros fue a parar de las blancas y cuidadas manos de la inglesa a las oscuras y temblorosas de Julito.



Grabados de Gustav Doré para las fábulas de La Fontaine.

viernes, 5 de junio de 2009





Ehrich Weiss, hijo de un rabino de Budapest, huyó a los nueve años de su casa para unirse a un circo ambulante y por si ese trabajo no fuera suficiente, a los once años se hizo cerrajero. A las habilidades innatas del hijo del rabino se añadió el meritoriaje en un oficio que más tarde le sirvió para convertirse en el mejor escapista de la historia. No había cerradura que se le resistiera. El ilusionista cambio su nombre por el de Harry Houdini, inspirado el nombre artístico por el mago francés, nacido en 1805, creador de muñecos autómatas y relojero de profesión Jean Eugène Robert Houdin que murió en 1871 y autor de la reparación mecánica, en 1865, de La joueuse de Tympanon, una extraordinaria creación que había pertenecido a María Antonieta.
El famoso Harry Houdini fue un excepcional criptólogo, desveló la falsedad y la estafa de los mediums y del negocio espiritista tan de moda a principios del siglo XX. El 1 de noviembre de 1926 Harry Houdini moría víctima de uno de sus desafíos: un boxeador le golpeó el abdomen a instancia del propio ilusionista, unos días más tarde fue ingresado en el hospital donde se comprobó que el golpe le había roto y gangrenado el apéndice.

Fotos, Library of Congress.
Imagen de la Joueuse de Tympanon Conservatoire National des Arts et Mètiers de France