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sábado, 12 de febrero de 2011



-¿Quién es usted?
- Sólo lo que ve. Un pequeño engranaje en la gran rueda de la evolución
- Es usted el engranaje más adorable que he visto en mi vida...
Amadeo echó un vistazo a la imagen reflejada en el espejo, que para más señas era la propia. Se ajustó bien la gorra de  polipiel, forrada en su  interior de poliéster imitación lana de carnero. Con la visera de la gorra y las gafas de sol podía pasar por uno de cincuenta años. Se limpió las puntas de los zapatones negros  -cuatro centímetros más que se añadían a su metro sesenta y cinco- restregándolos en la pernera del pantalón tejano, estiró la espalda y dudó un instante si crecer otros tres centímetros con las plantillas de silicona que se compró en las rebajas. Eligió quedarse como estaba porque  si la  mujer con quien estaba citado se enamoraba de él, que era lo más probable,  quería ser sincero desde el principio. Bebió un sorbo de tila antes de cortarse los pelos de las orejas, los muy puñeteros, se asomaban desde el tímpano, frondosos y duros como púas de erizo. ¡En fin!  la testosterona  tenia esos indeseables efectos, se decía Amadeo mientras regresaba a la salita  para  poner el cedé de los Creedence y escuchar Cotton fields, su canción amuleto para salir airoso en las aventuras amorosas. Ensayó su baile,  sin mover  los pies,  usando sólo la fuerza de sus hombros para contraer el pecho y estirar el cuello, lo hacía con suavidad, demorándose  en ese singular gesto, inimitable y de propia  invención. Paténtalo, le dijo uno la última vez que bailó  en La Paloma, a lo que Amadeo respondió: el copirrai es para los fracasados. La frase no era suya, la había leído en un dominical  y le gustó tanto que  la repetía siempre que tenia oportunidad e incluso sin que  viniera a cuento. Madre mía,  si él  hubiera querido, se decía al ritmo de Fortunate son, la canción de la siguiente pista, habría   sacado patente de todos sus inventos  y ahora viviría de rentas y en la Bonanova,  pero ¿y qué?  también era feliz en la Barceloneta, se apañaba con su pensión  y no necesitaba que nadie le ayudara a limpiar el piso. Concéntrate Amadeo, aspiró el aire y resopló. Si  Ella  no contestara:   Sólo lo que ve. Un pequeño engranaje en la gran rueda de la evolución,  yo no  podré decirle lo del engranaje más adorable y entonces será  Huston, tenemos un problema. Acercando mucho la cara al espejo del  baño, a donde había regresado sin optimismo,  se arrancó tras varias tentativas, cuatro pelos de las cejas, encrespados y blancos.  Se sentía decepcionado porque  la  mujer que iba a conocer esa tarde no habría visto jamás Ninotchka  y, por lo tanto, no podía ser la mujer de su vida.  De buena gana se quedaría en casa, pero tenía que ir a la cita  porque él era un hombre de palabra, y ella la prima de su amigo. 
-¿Quién es usted? - preguntó Amadeo a la mujer que estaba sentada  en la cafetería del Hotel Suizo con la  revista Punto de cruz, sobre la mesa. 
-Sólo lo que ve, una mujer fastidiada. 
La respuesta no era correcta pero demostraba que la mujer tenia temperamento y  reuma.   
-En ese caso, tengo un plan,  quinquenal, si usted quisiera compartirlo ... 

La imagen y el diálogo en cursiva que inicia el relato pertenece a la  pelicula Ninotchka,  dirigida por Ernest Lubistch en 1939  y   protagonizada por Greta Garbo y  Melvin Douglas.