sábado, 26 de abril de 2014

Teorema de la frase-loro



El día de sant Jordi, camino de la caseta donde firmaba libros un amigo, tuve que sortear una larga cola que me impedía avanzar hasta mi destino. Era tal la muchedumbre que me rendí, dejé de luchar, desistí de avanzar con mi  ritmo habitual. Mientras me movía con pasito corto, le pregunté a una señora que quién firmaba allí, la de la tele, me contestó. La princesa del pueblo. ¡Oiga, pero es que ella también tiene derecho y escribe de sus cosas!  La aclaración vino a cuento, presumo, porque mi expresión no le gustó. Señora, todo el mundo tiene derecho, efectivamente, y esa princesa vende su producción escritoril con gran éxito, como es de ver. ¡Ah, bueno, si es así!  

Con el perdón de la señora que esperaba la firma de la escritora venerada, esquivé cientos, miles de personas hasta llegar a la Rambla de Cataluña, la cabeza me daba vueltas con el asunto sant Jordi, fiesta cívica ejemplar, prueba de amor y respeto por la lectura y etcétera. 





Otros años he pasado el día fuera de Barcelona, en jacarandosa celebración del cumpleaños de una persona muy próxima, lejos del ritual de las masas, por lo que esa congregación multitudinaria de fieles de la cultura me dejó boquiabierta. No sé qué me pasó, tenia pinta de estar bajo los efectos de un trance, porque me dio por recordar títulos de novelas que leí hace años: La reunión tumultuosa, del malogrado Tom Sharpe; La Marcha Radezsky,de Joseph Roth; La Guerra de las Galias, de Julio César; Manual del superviviente, que no recuerdo el autor porque lo regalé a los boy scouts de mi pueblo y Los conquistadores de lo inútil de Lionel Terray, un alpinista extraordinario por el que hubiera hecho cola, incluso habría  mordido y arañado con tal de contemplar su rostro curtido y arrugado. Soy tímida y creo que no me habría atrevido a pedirle una dedicatoria.



  
Dicen que nuestros pensamientos, las ocurrencias, reflejan el estado mental, y desde luego, esa tarde mi  mente trazaba un paralelismo de la calle que pisaba con las grandes hazañas de la humanidad, algunas bélicas, qué le vamos a hacer; manifestaba mi deseo de salir de allí a toda pastilla, pues los movimientos de  multitudes siempre me han producido repelús. La culpa de este trauma la tiene mi tía, ahora monja tibetana,  que me obligó a ver El doctor Zhivago y Los Diez mandamientos a la tierna edad de once años y en una misma tarde noche. Dos películas en las que las escenas de gentío son apabullantes. Quizás a ella también le afectó y por eso  vive hoy en Buthan, en compañía de dos yaks.

De los muchos escritores que firmaban libros, a los que ni siquiera pude vislumbrar,  los había con oficio, como Eduardo Mendoza, pero otros, pobrecillas mías, son los sobrevenidos, personas a quienes la literatura  no les repapila (Según la Rae,  repapilarse: rellenarse de comida, relamiéndose con ella





Quiero decir que el escritor sobrevenido escribe por mor de la oportunidad de ganar un dinero extra gracias a la fama -tan efímera- o bien, por afán de notoriedad, para chulear entre el vecindario; también por la  vanidad de ver su nombre estampado en un libro, por último quienes pagan por autodenominarse escritores pero no  atinan a saber en qué consiste la cosa.  No importa qué les empuja a escribir, ni soy yo nadie para juzgar  los motivos, el porqué sí y el porqué no, la cuestión es que si se empeñan en escribir deberían hacer caso de un consejo, no es mío, atención, sino de dos escritores de probada solvencia: Flaubert y Valéry, hay otros pero por ahora  vamos a quedarnos con los franceses. 
La frase perroquet, sería, por ejemplo: Llovía y el barón de la Fleur  fanée dejó su sombrero en la silla de madera de peral, tapizada con raso veneciano en cuyas aguas retozaban tres flamencos*.   





¿Que efectos tienen las frases loros en un texto? pues que aburren, no añaden sentido a la historia, banalizan y son puro relleno para llegar a un número de páginas predeterminado. Se puede distinguir una obra maestra de un catálogo de colchones con pretensión de novela erótica, por el número de frases anodinas, repetitivas, carentes de sustancia. ¿Quieren hacer la prueba? Abran un libro al azar, lean una frase cualquiera, hay que repetir la operación media docena de veces, sin son más de tres las frases loros, se cierra el libro para dejarlo donde estaba, y así  hasta dar con uno que tenga lo que ha de tener. 
Voy a demostrarlo. Un momento, por favor. Aquí está, tengo entre mis manos un libro, abro y leo: 

La sensibilidad -más frágil- de Federico se rompió primero. Después de cierta escena violenta, gritó , como gritan los panaderos al sacar del horno el último panecillo:
-¡Hemos terminado!  

 Ahí lo dejo, quizás en la próxima entrada, si nadie lo ha adivinado, descubra al autor de estas frases que como puede apreciarse, están en las antípodas de la escritura hueca.       

*A menos que la silla tapizada de raso veneciano fuera el arma del crimen.                 





17 comentarios:

  1. Es curioso, madame, pero lo que ciertamente tampoco hubiera adivinado nunca es que los panaderos gritasen al sacar del horno el último panecillo. Espero que no lo hagan con estridencia, teniendo en cuenta sus hábitos madrugadores.

    Buenas noches

    Bisous

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    1. Pues ya ve, Madame, en mi pueblo la panadera avisa cuando tiene los panes horneados. Dice así: s'ha acabat el bròquil. Es una traducción libre pero que viene a ser lo mismo que ¡hemos terminado!.

      Bisous

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  2. Yo diré algo politicamente incorrecto, quizá, dentro de muy poco, esto que voy a escribir, sea usado en mi contra y por ello vilipendiado.
    Hube de ir a ver a un ninotarire que lo hace esplendidamente bien en un diario de tirada nacional, le compré el libro y me dedicó un dibujo. Allí mismo, me asaltaron los agitadores de trapos, estos eran los del bando de una estrella (con fondo amarillo, a veces, con fondo azul en ocasiones) ; amén me metieron (introducir es un verbo suave), un CD por los morros, el trapo, grande como una sábana de matrimonio del ochocientos, me lo colgaron al cuello , y jalearon mi presencia como si del propio Gifré el peludo, el pilós, o el belludo (a escoger) se tratara.
    Deshíceme de todo en la papelera más próxima ( y es aquí lo incorrecto político), menos del libro, eso es evidente, y me marché corriendo camino a casa, intentando esquivar las hordas de televisivos idiotas, agitadores de trapos fabricados en China , vendedores de rosas paraguayas (80%) y panfletarios al uso.
    En fin. Creo no volveré a pisar la calle el 23 de abril del 15.
    Salut

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    1. Miquel, hijo mío, es por culpa de la buena memoria que tienes.
      A mi también me parece una pesadez, pasa que fuí la última generación de estudiantes que sufrimos una asignatura por nombre, Formación del espíritu nacional, desde el colegio hasta el instituto. Los cánticos y las banderas al viento, como cantaba Brassens, nunca me supieron levantar, y sigo en estas.
      Hiciste muy bien, el próximo 23 de abril quedamos para ir al Tibidabo a tomar una merienda y disfrutar en la casa de los espejos.

      Un abrazo

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  3. Estupendo relato metaliterario en el que lo expresas todo. Poco más hay que decir, el problema es que solo lo entenderemos los previamente convencidos, los demás ni sabrán de qué estás hablando. Aunque, en realidad, no importa, da exactamente igual que no se enteren, que sigan haciendo cola, que es lo suyo, y nos dejen leer en paz.

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    1. Molina, con lo lejos que estás y hay que ver lo bien que oyes.
      Pues sí, comprar libros requiere tranquilidad y espacio vital para poder mover los brazos, movimiento indespensable si pretendemos coger un libro y hojearlo. Eso, y que nos dejen leer en paz.

      Abrazo

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  5. Ni los panaderos gritan cuando sacan un panecillo del horno, ni los encofradores gritan cuando terminan la plataforma de un forjado, pero parece ser que los escritores necesitan -"vanitas, vanitatis"- vociferar cuando publican y aprovechando su vanidad alguien monta la paradita en la rambla y a vender, y todo se llena de gente y no se puede caminar entre el gentío y el escritor ufano ve pasar el espectáculo y algunos, en un ataque de humildad, miran el tapete de la paradita y hacen un mutis por el foro y con la excusa de ir al excusado se van a tomar un café y se están con el cafelito unas horas apartados de la paradita pensando en lo mezquino y caduco de la cosa humana. Un espectáculo de rosas paraguayas (este año venían de Paraguay) y de libros que nos dicen que el "bròquil" todavía no se ha acabado, que hay vanidad para rato.
    Probablemente tu amigo que firmaba libros en una caseta se fue a tomar el cafelito, y estuvo muchas horas apartado.
    Un abrazo muy fuerte
    Francesc Cornadó

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    1. Qué razón tienes, mi amigo es sabio, un ilustrado con muy buena educación, sus libros no han nacido para ser carne de vocerío y caseta de feria, al contrario, requieren el lugar tranquilo con vistas al horizonte, si es posible.
      En fin, que una sociedad abocada al mercantilismo y la exhibibión como valor supremo, ha situado al escritor y su libro como objeto de consumo, en primer lugar y después ya viene todo lo otro, o sea la fanfarria y la literatura que se vende a cuarto y mitad.

      Otro gran abrazo.

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  6. Pues puede que tenga usted razón; tienen que ser esas frases, que no aportan sustancia al texto, un adorno precioso (aunque inútil) para que merezcan la pena. Y son muy pocos lo que logran obrar ese milagro.
    Un saludo.

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    1. dlt, fíjese que autores como Cervantes -Lope, Shakespeare y otros- nos han dejado una estela de frases con enjundia, habrá también de adorno, pero calibraban con mucha inteligencia el peso de unas y otras.

      Saludos

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  7. Aaaayyyy aquellas escenas de masas en cinemascope technicolor. Ese fue el principio del fin....cuando se entendiò que todo debia ser mas grande y que una pelìcula en la que participaban diez mil extras era mejor que si solo se contaba con quinientos.
    Algo parecido pasa con la literatura y sucedaneos....ahora conviene escribir una saga històrica en la que la tatarabuela de un detective privado y a traves de unos papiros escondidos del siglo 4 ac se descubre una trama que x supuesto pone patas arriba todas nuestras convenciones sobre la historia ....y que no falte un recorrido por una historia de amor y yo que se que mas.....demasido grande y muy pobre a la vez.
    Interesantisimo texto. Flaubert y Valery....y como hilas la madeja con gran sabiduria. Un abrazo

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  8. Mejor no lo podrías haber dicho. Sí, se trata de caballo grande, ande o no ande.
    Lo de las películas río y novelas ídem, son una plaga, que le dan ganas a una de leer en diagonal, paara ahorrarse tediosas descripciones. En fin, que se pueden escribir ochocientas páginas o hacer una película de cuatro horas, pero, como decía Billy Wilder, que no aburra al personal porque ese es un crimen que merece un castigo.

    Otro abrazo

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  9. Las frases perroquet, tan típicas de la escritura "sobrevenada", no est´ñan lejos de la prosa "sonajero" de la que habla Marsé, y que tanto parece gustar por estos lares.
    Saludos.

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    1. Pues no sabía lo de la prosa sonajero de Marsé. Viene a ser como dices, otra manera de denominar el recurso de rellenar un texto para que parezca más abundante o más adornado. Tienes razón, Jorge, que por aquí y también por allá, el gusto por el sonajero y el lorito se expande de manera vertiginosa.
      Un abrazo

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  10. No sabes cuánto te entiendo. Soy de las que cuando ve una aglomeración corro en sentido contrario. Hace ya algunos años que no acudo a la Feria del Libro por ésta misma razon. Para ver los libros me gusta la tranquilidad y si para conocer a un escritor que me gusta tengo que pasar por ese suplicio prefiero de verdad no conocerlo. Así que me apunto al Tibidabo con vosotros el próximo año!.
    Sigo preguntándome, todos los días, año tras año, porqué la mediocridad triunfa y la calidad se ve abocada al olvido...el dinero, ya se, pero sigo preguntándome...
    Gracias Marga por tus deliciosos relatos!!
    Un beso muy grande!!

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    1. Querida Tati, voy a empezar a planear la merienda para el próximo sant Jordi. Creo que no estaremos solas, al menos media docena de amigos nos acompañarán para hablar de libros, echar unas risas y pasear por el parque mientras imaginamos a las multitudes a la caza de la dedicatoria, pobrecillos.
      Solo hay que ver cómo es el mundo para darse cuenta de que ha triunfado el imperio del caos y la estupidez.

      Otro abrazo enorme.

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