domingo, 31 de mayo de 2009





El derecho a ser feliz es una frase tópica, la humanidad, cualquier ser vivo, tiene el derecho de gozar de la felicidad, ese estado de completo bienestar físico y emocional. ¿Podemos ser felices cuando nos vemos rodeados de desgracias, víctimas de todas las penalidades que podamos imaginar? La respuesta es afirmativa porque el estado de felicidad tiene que ver con el instante en el que se produce la conexión más profunda con nuestro yo y entendemos, aunque sea fugazmente, el sentido de la existencia. Viktor Frankl relata que sintió un estallido de felicidad cuando iba de camino en una helada madrugada, a la cantera en el campo de concentración donde estaba internado, unido por grilletes a otros presos, golpeados por los soldados, miró al cielo limpio y vio la imagen de su amada mujer, que había muerto en otro campo, hecho que el desconocía, y esa imagen querida prendió en su espíritu y le llenó de optimismo y de felicidad.
Hellen keller, una niña ciega y sordomuda, aprendió cautiva de sus privaciones sensoriales que la vida era motivo de optimismo. Guardamos en algún lugar de nosotros mismo una minúscula llama, dar con ella es fácil, convertirla en hoguera que nos caliente y reconforte requiere alimentarla con la fuerza de la razón y el calor de nuestros sueños.

Foto Hellen keller. American Library.
Cromos recortables holandeses. Agence Eureka.

viernes, 29 de mayo de 2009

Desorden




Juliette  guardó el  móvil en el bolsillo lateral del bolso, reservado precisamente para tenerlo ahí. Para Juliette el orden era lo más importante en esta vida, todos los objetos debían estar en su lugar, una vez se les había asignado. En caso contrario, Juliette se encolerizaba hasta transformarse en una bestia ciega a la razón.

El desorden, la anarquía  como ella lo denominaba, merecía el peor castigo, su primer impulso era morder, herir, castigar  a quien se había atrevido a alterar el orden. Un libro fuera de su anaquel  o  un vaso apartado de la estricta posición de formación militar en el armario de la cocina, provocaba un ataque de ira incontenible. Mantener el orden y la limpieza significaba paz y serenidad, incluso sentía algo parecido al amor cuando observaba, implacable, que todo estaba en el lugar correcto. En ese instante, la vida rozaba la perfección, rota, como siempre, por la visión de esa arruga en el sofá o el pliegue mal planchado de la camisa.

Su tercer matrimonio con el psiquiatra, el único hombre que creyó  comprensivo con su manía, también fue otro error. Al principio el tercer marido significó una recompensa muy merecida, el fruto de su búsqueda del hombre perfecto. La excelencia andante. No hay  bien que dure, no cien años, apenas unos meses. El muy mostrenco le comunicó aquella misma mañana  por mensaje wassapl, el colmo de la cobardía, que ya no quería seguir  con ella, que había empezado el  trámite del divorcio. Que para no verla se había ido a pasar unos días a Cuenca y que, por favor, empaquete sus pertenencias y deje expedito lo antes posible el piso. La vivienda era propiedad exclusiva de él, heredada de sus padres.
Según él, la situación es insoportable yl es perjudica a los dos. Juliette ha sacado su llavero del bolsillo interior del bolso y ha mirado detenidamente el manojo de siete llaves, ordenadas por tamaños, de mayor a menor, según se mira por la derecha. En el piso, hasta ahora hogar conyugal, Juliette ha recordado que el motivo de esa ruptura imprevisible la ha provocado con saña y estrategia criminal el psiquiatra marido. Sobresalía por su astucia, era su cualidad o defecto más destacado, según se mire. Hoy era un abominable defecto.


Desde hacía una semana, siete días de contención y agonía que la estaban enloqueciendo, los yogures, que ella alineaba por fecha de caducidad en el primer estante de la nevera, eran por sistema mezclados, repartidos con aleatoriedad asesina en la huevera, el verdulero y hasta en el congelador. El malicioso Le desordenaba la recta columna que ella revisaba todas las noches antes de irse a dormir. Lo haría de madrugada porque antes era imposible, pendiente como estaba de los movimientos de él, no se atrevió a pisar la cocina.


Las siete mañanas anteriores comprobó con horror el caos de mermelada y yogures, salsas y botellas dispuestos sin criterio, para fastidiarla.


Ese mal inicio del día propició un desquiciamiento progresivo. Ya no podía más y esa misma mañana, Juliette había ido al baño donde se afeitaba su vil marido y con una habilidad propia de campeona de esgrima, le  clavó el pela zanahorias en la nalga izquierda, tres centímetros. Nada  grave. ¿Qué había hecho él? ¿Se disculpó por el tormento que le causaba el desorden? ¡Qué va!  Gritó como un cochinillo en época de matanza, la echó del baño a empujones. Pidió una ambulancia, lloriqueaba como un niño por una raspadura de nada. Luego, casi la mata con el jarrón chino que le tiró a la cabeza. Que saliera de su casa, si no quería ser arrastrada por la policía, a la que pensaba llamar si no desaparecía de su vista. 


Juliette obedeció, se marchó a su trabajo un poco más aliviada y diciéndose a sí misma que la incisión del pela zanahorias en esa parte blanda había sido su último recurso tras una semana de insidias y tormentos, de burlas cargadas de insultos, disimulados con nombre de enfermedad mental. Ahora su marido quería el divorcio, Juliette sonrió, tenía las llaves del piso. Se dirigió al armario de los trajes los tiró sobre la cama, añadió las camisas y la ropa interior y también los dos jerseis favoritos del psiquiatra, de cashemir. Una vez hecho el montón, derramó sobre media docena de riojas, un bote de ketchup, otra de mayonesa light, tres Coca colas y dos camparis. Viendo ese desorden y suciedad sintió un gran placer, por primera vez en su vida.  Una liberación, la catarsis que tanto había buscado le vino al encuentro ante esa visión repulsiva y olorosa. Bien mirado, el tercer marido fue una buena elección.




Ilustraciones, James Cook, Volume 4. A voyage to the Pacific Oceanic. National Library of Australia

jueves, 28 de mayo de 2009




Las malas cosechas y las deudas de un pequeño propietario provocaron la desgracia de la familia. El padre murió en la prisión y la madre, desnutrida y enferma, acabó también muriendo; los niños fueron echados de su granja y obligados a vagabundear por los pueblos.
Este cuento infantil publicado a finales del siglo XIX , cuenta la miseria de una familia hundida en la penuria económica. No todo estaba perdido, los huérfanos encontraron una ayuda desinteresada entre sus vecinos, Tomy se embarcó con la intención de hacerse marinero y Margery quedó sola al cuidado de una vecina, recibió como regalo unos zapatos y con esfuerzo, paciencia e inteligencia aprendió a leer, enseñó a leer a otros niños y a un cuervo al que previamente había rescatado del tormento al que sometían unos malvados niños. Margery sobresalía entre sus vecinos por poseer cualidades intelectuales y morales poco comunes así que la envidia empezó a crecer y fue acusada por sus vecinos de un delito de robo. En el juicio demostró su inocencia, el juez quedó prendado de Margery y viceversa. El día de la boda, un joven deslumbrante apareció en la iglesia, era su hermano Tomy que había conseguido ganar una fortuna en los mares lejanos. Y así acaba este, en apariencia, sencillo cuento pero que contiene los trazos fundamentales sobre los que se ha construido el ethos de la sociedad norteamericana. No es importante el origen social o nacional sino los valores personales y el esfuerzo para superarnos y conseguir el objetivo que en Estados Unidos no puede ser otro que el reconocimiento social y la fortuna económica.

Goody Two shoes
1888. New York. McLoghlin Bros. American Libraries

jueves, 14 de mayo de 2009

Terapia






-¿Y dice usted que necesito seguir el tratamiento unos cuantos meses más?
El psiquiatra apoyó la cabeza sobre la palma de la mano y entornó los ojos del párpado superior de pliegue abultado. ¿Dormía, acaso? No, reflexionaba sobre la preguntaba de su paciente, Carme, propietaria del piso de la plaza Tetuán y que padecía delirio erotómano. El doctor sopesaba el escaso avance de la terapia hasta el momento y la posibilidad de cambiar de tratamiento clínico. La paciente no progresaba, o era un progreso pasajero para volver a las andadas.

El enquistamiento de su enfermedad durante decenas de años, había producido una especie de callo en su personalidad, sólo susceptible de ser mutilado mediante cirugía. Bien sabía el doctor que eso no era factible, aunque habría sido un remedio muy efectivo. Con los ojos cerrados y casi sin mover los pálidos labios, preguntó:
-¿Cree usted que quiero retenerla conmigo porque estoy enamorado de usted?

-¿Le digo la verdad, doctor?

-Para eso estamos aquí, conteste con sinceridad.

-Sí, lo supe desde el primer día. Y no le eche, doctor, la culpa a mi mal. Es muy distinto, veo en sus ojos y en la manera que tiene de escarbar en mi pasado que le fascino. Quiere usted saberlo todo de mí, y eso ....eso es...enamoramiento, aquí y en la Conchinchina

El psiquiatra respiró hondo, abrió los ojos y se encontró con los pies de la paciente, calzados en los zapatos azules de raso, impropios para la ocasión, que le venían grandes.

 -¿Qué tal duerme?

-Inquieta, ya sabe que tengo un inquilino en casa, me acosa y temo que una noche no pueda reprimirse y me fuerce.

-Bien, a partir de mañana subimos la dosis y en vez de media pastilla tomara una entera antes de dormir.

-¿Le gustan mis zapatos?

-No.

Carme se levantó de su butaca ayudándose de sus musculosos  brazos. De pie, miró de reojo al médico para pedirle con modestia que le dejara un trozo de papel y un lápiz.

-¿Cómo se llama mi enfermedad? Es que nunca me acuerdo y mañana salgo de excursión con unas amigas, por si me lo preguntan.


-Síndrome de Clérambault.

-¡Qué bonito nombre!

-El próximo jueves, no se olvide de traer el diario con todos los pensamientos anotados que se le ocurran.

-¿Todos?

-Todos, siempre que sean en relación a los hombres con los que se relaciona. Sea concisa, intentaremos separar el grano de la paja y verá que no son tantos sus pretendientes.

-Si voy a tener que escribir un tocho. Bueno, lo que usted diga, pero solo con los que usted me inspira hay para llenar una enciclopedia.     





Rothschild, Lionel Walter Rothschild, baron, 1868-1937 / Extinct birds. An attempt to unite in one volume a short account of those birds which have become extinct in historical times--that is, within the last six or seven hundred years. To which are added a few which still exist, but are on the verge of extinction(1907)
University of Wisconsin Digital Collections.

domingo, 10 de mayo de 2009





En este cuento, el gallo Robin es la víctima y será enterrado con la participación del resto de animales del bosque; nadie escabulle su participación ante el cadáver. La colaboración en el funeral será conforme al protocolo funerario más estricto. Este cuento para niños de autor desconocido fue publicado en Nueva York en el año 1889. Las ilustraciones tienen un hermoso halo dramático y no se oculta ningún detalle a pesar de que hay escenas bastante macabras. Hoy ese cuento no sería publicado, en todo caso, pocos padres se lo leerían a sus hijos. Los cuentos clásicos, con su carga de crueldad, nos han ayudado a expresar y construir nuestras fantasías; con las hadas buenas y los ogros al acecho, hemos comprendido que el mundo es ambivalente, peligroso, pero también que en algún lugar de este tenebroso universo nos espera un sapo que se convertirá en un tipo genial y que, quizás, hay una varita mágica de la que echar mano en un momento de desesperación.


Poor Cock Robin. New York, 1889. Illuminated Book.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Sueños




La siguiente visita era la de un paciente de cincuenta y nueve años que había empezado el tratamiento hacía sólo tres semanas. Era un tipo reservado, algo solemne en sus gestos, se notaba que estaba acostumbrado a mandar y ser obedecido.

-¿Qué tal esta semana?

-Perfecta.

-¿Perfecta?

El paciente miró contrariado al doctor, quien le  respondía añadiendo un interrogante a su respuesta. Un eco desagradable. Ya le había cogido el número y no  iba a añadir una palabra más. A ver por donde salía. Al cabo de unos segundos, el médico repitió:
-¿Así que perfecta?

La barbilla del paciente tembló, su mano derecha con la manicura recién hecha le sirvió para taparse la boca que se contraía en un amago de llanto. Por fin pudo hablar, pasado el ahogo:

-¡Ha sido una mierda, doctor! ¡Una mierda auténtica!
-Exactamente en qué momento fue una mierda. ¿Tal vez fue otra alguno de sus subordinados ¿Sus hijos, quizás su esposa?

-No, esta vez fue una puñetera conductora de un esmirriado Fiat, me adelantó en la autopista, yo la sobrepasé a ciento treinta, jugándome el carnet y los puntos, pero la muy zorra, me pasó por la derecha a ciento cuarenta, hice lo que usted me dijo la semana pasada, conté hasta diez, pero la muy desgraciada me estaba cogiendo una ventaja insoportable, así que le aticé a mi Audi hasta ciento cincuenta y me puse a su lado, ella, se estaba burlando de mí,  el coche tuneado, de eso no hay duda, me adelantaba una y otra vez.

-¿Les detuvieron?

-No, pero los radares soltaban destellos como si fuera la fuente de Montjuïc en la Mercè. Me van a caer al menos tres multones, pero no me importa el dinero, doctor, no es ese el problema, sino que no puedo controlar mi impulso de ser más y mejor que el resto de la gente. Su terapia no está resultando…y no es barata, por cierto. Pago con gusto pero quiero lo mejor. Me entiende, ¿no?

-Sólo lleva tres sesiones y no es usted un paciente fácil, trate de seguir el guión que le fotocopié la semana pasada, si usted no pone de su parte, no será posible curarle.
-Vale, perdone, doctor, comprenda que soy un hombre de acción, necesito resultados.

-¿Algún sueño?

-Sí, esta noche he tenido un sueño muy raro, aquí está. Lo he escrito como me dijo.

Del bolsillo de su pantalón sacó un hoja de papel pautado en el que había escritas varias líneas con una caligrafía grande y emborronada.
-Léamelo.
-Estoy en el despacho, a punto de entrar en la reunión del consejo de accionistas cuando oigo un ruido en la ventana, miro y es una bella cacatúa, su rostro no es de pájaro sino el suyo,- perdón doctor pero es así, sigo: con el pico da golpes en el cristal, abro y la cacatúa me dice con una sonrisa, en vez de pico ahora tiene los labios carnosos, que es importante comprar las acciones de Acerinox. Y eso hice esta mañana. ¿Qué le parece? ¿tiene algún significado?

-Todos los sueños tiene significado, su contenido forma parte de lo más profundo del ser humano, aunque sueñe usted con situaciones o lugares desconocidos, no le quepa duda de que poseen una significación a la espera de ser interpretada. La cacatúa es un animal conocido por su facultades canoras, es la imagen que vulgarmente se asigna a las mujeres parlanchinas, viejas y pesadas; a usted mis silencios le incomodan, el sueño revela que le gustaría verme en su situación, ser usted el dominante, quien da las instrucciones y escuchar mi parloteo.....sin embargo, esa cacatúa le ha regalado un consejo bursátil. ¿Le ha hecho caso?
- Sí. Acabo de consultar en mi móvil el cierre de la bolsa y he comprobado que ha sido un consejo muy acertado, las acciones se han disparado y ahora valen bastante más que ayer.
-Interesante.
-¿Le he dicho que en mi infancia me dedicaba a matar gorriones desde la ventana de la habitación de mi niñera en nuestra casa de campo?

-Lo dejaremos para la próxima semana. Siga anotando sus sueños, y... bueno yo también juego en bolsa ¿le importaría avisarme si en sus sueños se produce otro consejo o recomendación relativo a inversiones económicas?



 









Ilustraciones, Agence Eureka.

sábado, 2 de mayo de 2009





En 1339 se inició en Europa la guerra de los Cien Años que se unió al hambre, consecuencia de las malas cosechas debidas a un período climático desfavorable. En 1348 se produjeron las primeras muertes masivas en Florencia, atribuidas por la Iglesia a la ira de Dios por los pecados de la humanidad, los menos religiosos echaron la culpa a conjunciones astrales malignas, conjuros de brujas y la nefasta influencia de Marte. En esta época tiene su origen las representaciones de la Danza de la Muerte que simbolizaba el papel igualitario de la muerte, en una sociedad profundamente jerárquica e injusta. La peste de 1348 mató a 25 millones de personas en Europa, un tercio de su población, se calcula que en 1340 había en Europa 73 millones; en 1450 la población era de 50 millones. La peste se hizo endémica y no desapareció hasta la Gran Plaga de Londres en 1670.

Ilustraciones: Danza de la muerte. Convento de San Francisco de Morella. Fresco del siglo XV
Robert Geissler, 1816. Reproducción coloreada de la danza de la muerte
Alberto Durero, xilografia, Los 4 jinetes del Apocalipsis. 1498. Louvre
Thomas Rowlandson. The English Dance of death, 1814.