domingo, 19 de abril de 2009

Silla de notario






Salió del piso de Lara con varios objetos que no eran de su propiedad: un Ipod, un par de zapatos de mujer, de color azul y doscientos euros en dos billetes de cien. Cuando salía del piso arrambló con el felpudo de fibra de coco del descansillo de la entrada, en el que se leía, Hello, pintado de color naranja. El felpudo pesaba un quintal, pero Julito no desistió, lo ató enrollándolo con una cuerda y lo ajustó sobre la mochila. Desde que lo vio sabía que la alfombra le venía que ni pintiparada para su dormitorio. Pensaba ponerla a los pies de la cama, para desvestirse sin pisar las frías losetas. En la calle hacía frío, a pesar de sol y de que estaba a punto de entrar el verano. Julito entró en calor por el infalible método de caminar rápido, con varios kilos a cuestas. Nadie diría que un tipo tan escuchimizado pudiera arrastrar tanto peso. Cuánto más corría Julito, más llamaba la atención de la gente, nadie dudaba de que era un delincuente que acababa de perpetrar un delito.
Un coche de los mossos  dobló la esquina justo en el momento en el que Julito atravesó la calle con el semáforo en rojo.
-Mira.
-Ya lo veo, un mangui.
-¿Qué hacemos? ¿Vamos a por él?
-Pss, deja, es un desgraciado, habrá robado a una vieja cuatro chorradas. Hoy estoy aplatanada, ayer me quedé a ver los dos capítulo de House y el niño no ha dejado de llorar toda la noche. ¿Le sigue alguien?
-Creo que no


La agente era rubia y lucía una coleta larga sujeta con una cinta marrón adornada con dos pajarillos de silicona de color verde, sonrió al conductor. Tenía suerte con su compañero de turno, un chico muy práctico al que no le gustaba nada meterse en líos y pasarse media mañana con el papeleo de la detención.
-Dejemos de hacer el cherif por un rato, anda, sigue hasta Lauria y luego damos la vuelta por Mallorca, a ver si le perdemos de vista.
Mientras esta conversación tenía lugar dentro del coche patrulla, Julito había llegado casi a su destino, en la Plaza Tetuán. Antes de entrar en el edificio, respiró hondo, apretó el botón del  telefonillo.
-¿Quién?
-Abre.
Subió con lentitud las escaleras hasta el entresuelo primero, letra b. En la puerta le esperaba una mujer, era calva y vestía un batín de hombre que en la distancia parecía de seda, pero era de poliéster, con rombos negros y grises.

-Vienes temprano hoy, ¿has traído dinero?
Julito cerró la puerta, la mujer se apartó, apoyó su cuerpo rechoncho en el aparador sin perder de vista la mochila que Julito depositó sobre la silla de estilo isabelino, recogida un mes antes en el contenedor de la esquina. La silla confería  empaque al recibidor, a pesar de lo raído del terciopelo del asiento, esa silla valía un potosí. Perteneció a un notario que había muerto de infarto cerebral cuando las escrituras hipotecarias dejaron de llegar a la notaría. ¡Cuántas alegrías y desgracias, en forma de donación y testamento, fueron leídas desde la comodidad de aquel trono! 
-Me  pagas la deuda o te echo escaleras abajo.
-Mujer, a eso vengo.
   




Imágenes, Empire and Regency, George Smith, 1826. NYPL

3 comentarios:

  1. Me queda la duda si a Julito se lo regalo todo la Lara, ¿o también se lo pispo?.
    Amaltea, me temo que cuándo acaben con el fiscal general, la policia irá a por tí (si hubieran sido los policias de L.A. Confidential, vale, ¡pero los de Barcelona! nena, aixo no val!).
    Como dice Marieta, Ave, Amaltea.

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  2. que sí, que sí, que la poli es muy chunga...o como mínimo, poco elegante.
    Dales caña, Amaltea.

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  3. Anónimo y Marieta, la policia es un cuerpo.... un cuerpo que tiene sus fallos orgánicos como cualquier hijo de vecino, quitando esos garbanzos negros, el cuerpo que queda es la mar de simpático, os lo digo por propia experiencia profesional.

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